Las fotos de Barry Domínguez hacen presente para mí
una realidad puesta por separado a la que puedo mirar todos los
días de una manera diferente. Trataré de explicarlo
en palabras que justifiquen esta afirmación. Las fotografías
han usado como tema cada uno de los elementos que forman esa realidad.
Ellas tienen un valor independiente en tanto fotografías.
Para Barry Domínguez ésta es su realidad y su mérito
particular es la revelación de cada objeto. Para mí,
es el hecho de que, al separarlos, me hacen verlos de un modo
desconocido. Al contemplarlos así no sólo me gustan
como fotografías, sino también porque me revelan
mi propio mundo separándome de él y simultáneamente
haciéndolo real no en su conjunto sino en la particularidad
de cada objeto y de María Luisa, mi ayudante desde hace
once años. Ahí está mi máquina de
escribir, la que antes yo mismo utilizaba y que ahora es la máquina
en la que ella escribe, con un solo dedo, lo que yo le dicto.,
Desde hace mucho le digo a María Luisa que yo le gano porque
usaba un dedo de cada mano. Ésa es una anécdota
que se hace posible porque la fotografía de Barry Domínguez
utiliza esa máquina como uno de sus elementos. Esto es
de lo que quiero hablar. De la misma forma que la máquina
se muestra independiente; cada uno de los elementos que siempre
veo en conjunto, se hacen diferentes viéndolos por separado.
Al ver el bote de yoghurt en el que están mis lápices
y plumas, pienso en una realidad muy antigua, cuando el yoghurt
venía en esos botes de porcelana que ahora son una reliquia
porque el yoghurt ya viene en unos repulsivos botes de plástico
que a nadie se le ocurriría guardar. Pero éste es
un hecho general, junto a él están todas mis reliquias
particulares.
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Desde
mi casa en conjunto hasta cada una de las cosas a que Barry Domínguez
vio como fotógrafo: la fotografía de la mascarilla
de Musil muerto y encima de ella otra de Klossowski vivo todavía
cuando Klossowski murió este mismo año y ya por
tanto sólo está vivo en su fotografía. ¿Ésa
es la vida que tiene cada uno de mis objetos? ¿Son fotografías
nada más? Yo soy incapaz de sentirlos así y sin
embargo en el arte de Barry Domínguez ya son sólo
fotografías. Ésa es su diferencia. Puedo ver mis
piedras que sólo tienen otro valor que el de piedras para
mí. Y así cada cosa. Es bella su representación
porque cualquiera puede verlas. Voy a hacer o voy a tratar de
hacer que todos las vean como las veo yo. Pero ahora me doy cuenta
de que eso es imposible en unas cuantas líneas y escojo
algunos nada más. Lo que se ve a través de la ventana
de mi estudio no es el tronco de un árbol cualquiera sino
de un trueno que planté hace mucho. Junto al bote de yoghurt
está la reproducción de una de las Venus de Lucas
Cranach que siempre me ha seducido. Veo los libros que están
acostados sobre mi librero de la sala. Y para mí son fetiches
con el mismo valor que las flores y los árboles de mi jardín.
Mis cuadernos. Las fotografías de mis hijos cuando eran
chicos; su identidad muestra el tiempo pasado puesto que mis hijos
tienen ahora cuarenta y un años, ella y treinta y nueve,
él. El retrato de Michèle que le hizo Roger von
Guten hace veinticinco años. Muchas, muchas cosas más.
Barry Domínguez me regaló sus fotografías,
ahí está todo en un presente permanente y sólo
soy yo el que sabe su significado particular. Eso no tiene importancia.
Su valor actual no es mío, pertenece a todo el que las
contemple.
Juan
García Ponce
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